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I. Por hoy se acabó. (capítulo de los más comentados por los lectores de mi novela -5 VOCALES-)

Por hoy se acabó. Ya no puedo más.

Digo que me voy y él contesta que mañana me llama para concretar cuándo podemos volver a vernos. Me parece buena idea pero le digo que ya le llamo yo. Que no se preocupe.

Me visto después de hacerme una coleta y en el ascensor borro su número de teléfono de mi agenda.

Uno menos.

La ciudad está exageradamente tranquila, como si las aceras estuvieran de luto por ese cielo tan oscuro y brillante, aún exento de estrellas, que parece una pizarra que han lavado con demasiada agua. Lo miro y trato de imaginármelo lleno de puntitos blancos, de figuras que no representan nada pero tiene nombre, pero como nunca lo he visto igual que en los libros fracaso en mi intento y entonces decido concentrarme en mis pasos.

No sé en qué calle, barrio, zona de mi ciudad estoy. Es lo malo que tiene seguir a alguien hasta su casa con alguna copa de más, que no deparas en hacia donde giras o frenas o besas al desconocido de turno. Al menos hemos llegado temprano a su casa, tiempo suficiente como para hacer lo que tocaba hacer, descubrir que no encajamos ni por asomo y aún me queda noche para seguir haciendo cosas. Miro el móvil y el reloj dice que son las 2 de la noche. Perfecto. Aún puedo tomarme el último cubata.

La compañía de las farolas no es suficiente como para sentirme segura aquí donde estoy. Y entonces, justo cuando alguien, no sé si chico o chica porque está muy oscuro, sale de un portal lejano recuerdo una frase que mi padre me dijo una vez que le reproche que mi hermano pudiese salir hasta más tarde que yo. “Ellos no se van a traer un bombo a casa”, respondió. En su día me pareció muy machista, pero ahora ha pasado a ser realista.

Mismo final. Diferente resultado.

No creo que vaya a pasarme nada, parece un barrio pijo, de los que aparentan ser de gama alta y donde solo viven pijos de medio pelo que les gusta decir que son algo que no serán jamás, pero que aun así miran por encima del hombro, como si fueran más listos que tú. Después usan palabras como “asín” o “la cuala” y entonces es fácil deducir en qué burdel las/los parió sus madres.

Empiezo a temblar por una mezcla de frío, miedo e impaciencia por llegar a un bar y entonces, justo en el momento en que giro una esquina y se me pone en frente un chico alto y rubio con la raya a un lado y oliendo a buen perfume, con otro chico detrás de él, no consigo ver ningún rasgo característico de este, el porcentaje de miedo supera al resto de sentimientos y entonces mis ojos de abren imitando a mi boca.

El suelo está muy sucio pero no me importa. Que se infecten las heridas de mis rodillas no es lo que ocupa ahora mismo mis pensamientos. Tampoco que mi nariz sangre cada vez más.

El rubio, al cual se la estoy chupando, dice que ni se me ocurra morderle, que siga así de buenecita, mientras su compañero, un negro con rastas a lo surfero, me hace daño en el culo. La tiene demasiado grande. Puedo notar sus venas.

Me gustaría gritar, pedir auxilio, pero solo puedo llorar.

Me gustaría que no me estuviesen violando pero sé que, de algún modo, esto tenía que pasar.


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