Detrás de la máscara que me habéis regalado (relato Breve sobre el "rock")
Lo peor de las giras es tener que despertarse.
Miras a ambos lados y dos caras desconocidas descansan. Son dos chicas, te dices, y al hacer memoria las recuerdas en primera fila gritando tu nombre y cantando todas y cada una de tus canciones. Una llevaba tu nombre escrito en la frente.
¿Cómo puedes decirle que no a alguien así cuando te pide entrar en tu camerino?, ¿cuándo te empieza a tocar y te pide con susurros que la desnudes?
Las sesiones de sexo sin amor, que son prácticamente las únicas que conozco, suelen ser la envidia de todos cuantos creen conocerme, de todos los que me entrevistan y compran mis discos, pero yo solo las veo como un trámite, algo que debo hacer para seguir siendo yo. Signifique lo que signifique la palabra yo.
Hace tiempo que me despierto triste, vacío. Miro al mundo con rencor por haberme puesto en este lugar, por impedirme verlo de otra manera, como si todo estuviera detrás de un gran cristal semiopaco. Por mucho que escriba, que cante, que diga, nunca seré realmente yo. Nunca seré vosotros.
Salgo de la cama. Cojo otra botella.
Vuelvo a ser yo.